miércoles, 23 de julio de 2014

Herbert Bayer, el artista de la Bauhaus que trabajó para los nazis


Cuando en agosto de 1938 Herbert Bayer consiguió por fin salir de Alemania y poner rumbo a Estados Unidos, hacía ya algunos años que todos sus amigos –la mayoría artistas como él–, se habían visto obligados a buscar refugio en otros países para escapar de la temible e implacable persecución nazi.
Sin embargo, había una diferencia entre Bayer y sus colegas. Mientras éstos habían sido objetivo de los nacionalsocialistas desde su ascenso al poder, el artista austríaco había trabajado durante diez años para quienes acabaron convirtiéndose en sus perseguidores.
Herbert Bayer nació en Austria coincidiendo con el inicio del nuevo siglo, en el año 1900. Siendo todavía un adolescente –tenía entonces diecisiete años–, y con Europa desangrándose a causa de la Primera Guerra Mundial, Bayer se alistó en el ejército austríaco y luchó en sus filas durante dos años.
Al finalizar la contienda dejó las armas para continuar sus estudios, y así comenzó a formarse como arquitecto, primero en Linz junto al profesor Schimdthammer, y un año después, en 1920, con el arquitecto Emanuel Margold, en Darmstadt.
Sin embargo, el paso más decisivo en su formación tuvo lugar al año siguiente, en 1921, cuando se convirtió en uno de los alumnos de la Bauhaus, la célebre escuela de arte y diseño fundada por Walter Gropius, hoy convertida en una auténtica leyenda.
En aquellos tiempos el principal interés de Bayer se centraba en la tipografía y el diseño gráfico, pero puesto que no existía entonces ninguna asignatura en la escuela sobre dichas disciplinas, decidió matricularse en pintura mural, materia que impartía el mismísimo Vasili Kandinsky.
Pese a todo, Bayer y otros alumnos –animados por otro profesor y artista, el fotógrafo y pintorMoholy-Nagy–, crearon un grupo de estudio paralelo destinado a experimentar con el diseño tipográfico, hasta el punto de que finalmente atrajeron la atención del director Gropius.
Fue entonces cuando el fundador de la Bauhaus, deslumbrado por las habilidades de Bayer, decidió nombrarle profesor del taller de tipografía, puesto que ocuparía durante tres años, entre 1925 y 1928.
Pasado ese tiempo, el joven artista había conseguido labrarse una buena fama como diseñador gráfico –había realizado, entre otros trabajos, un cartel para una exposición de Kankinsky, o el diseño de la revista de la Bauhaus–, de modo que decidió trasladarse a Berlín para establecer su propio estudio.
Una vez en la capital alemana, en 1928 comenzó a trabajar como director de arte de la edición alemana de la revista ‘Vogue’, y al mismo tiempo se sumó al equipo de diseño gráfico de la agencia publicitaria Dorland.
En poco tiempo, aquel atractivo joven que había deslumbrado a sus profesores de la Bauhaus gracias a sus originales y novedosos diseños tipográficos, se convirtió en uno de los diseñadores más prestigiosos y reclamados del país. Pero al mismo tiempo, Bayer también exploraba otros lenguajes artísticos, no sólo en pintura, sino también en escultura y fotografía.
Su primer exposición individual llegó en 1929, cuando se organizó una muestra de su obra en la Galería Povolotski de París, y poco después tuvo lugar la segunda, en esta ocasión en elKunstlerbund März de la ciudad austríaca de Linz.
En aquellas fechas, Bayer compaginaba sus diseños publicitarios con pinturas y fotomontajes de estilo surrealista. Uno de los ejemplos más famosos de esta época es la fotografía ‘El habitante solitario de la ciudad’ (1932), cuyo diseño volvió a popularizarse de nuevo 75 años después, cuando el dúo británico The Chemical Brothers lo empleó en la portada de uno de sus discos.
Mientras el éxito y la fama de Bayer no dejaban de aumentar, Alemania se había convertido ya en un lugar demasiado peligroso para la mayor parte de sus amigos y conocidos. El partido nazi de Adolf Hitler se había alzado en el poder, y la Bauhaus, la escuela en la que había desarrollado gran parte de su talento, fue obligada por la Gestapo a cerrar sus puertas, al ser considerada anti-alemana y vinculada con comunistas y liberales.
Curiosamente, mientras muchos de sus amigos dejaban el país temiendo la persecución –entre ellos Gropius y su esposa–, Bayer decidió quedarse en Berlín, a pesar de que su esposa Irene era judía. De hecho, el artista comenzó a recibir encargos de instituciones nazis, para quienes realizó numerosos carteles, folletos y pinturas de cariz propagandístico.
Entre varios trabajos destaca un folleto que realizó en 1936 y que estaba destinado a los turistas que recibió Berlín con motivo de la celebración de los Juegos Olímpicos, y en el que se reflejaban las supuestas bondades de vivir en el régimen nazi y se glorificaba la figura de Hitler.
Durante unos siete años, entre 1930 y 1937, Bayer trabajó (aparentemente sin dilemas morales) para los mandatarios nazis, los mismos que perseguían a sus amigos progresistas e intelectuales, y asesinaban a judíos como su mujer.
Sin embargo, todo cambió en 1937. Aunque hasta entonces Bayer se había declarado apolítico, algo que no debía gustar demasiado a sus patronos de aquel régimen dictatorial, sus problemas comenzaron a aumentar cuando una de sus pinturas fue escogida para formar parte de la exposición de ‘Arte degenerado’ celebrada en Münic
A partir de ese momento comenzó a ser visto con malos ojos, y fue entonces cuando decidió escapar de Alemania. Tras varios intentos sin éxito, lo logró gracias a la ayuda de su amigo Walter Gropius, quien consiguió que elMuseo de Arte Moderno de Nueva York organizara una exposición sobre la Bauhaus, nombrándolo a él como comisario de la misma. De este modo, Bayer consiguió la excusa perfecta para salir del país en agosto de 1938. Unos meses más tarde le seguirían su esposa Irene y su hija Julia.
Tras establecerse en los EE.UU., y tras varios años en los que trabajó como diseñador publicitario y continuó participando en numerosas exposiciones artísticas, Bayer consiguió convertirse de nuevo en una de las principales figuras del diseño, la tipografía y la arquitectura de su nuevo país.
Cuando se le preguntaba acerca de su pasada relación con el régimen nazi, Bayer –que murió en 1985 y fue el último profesor de la Bauhaus en fallecer– siempre admitía estar desolado por haber “estado ciego” ante las barbaries cometidas durante el Tercer Reich, aunque negó rotundamente cualquier tipo de simpatía hacia los nazis, y afirmó que aceptó aquellos trabajos de propaganda porque no tuvo elección.

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